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Experiencias de viaje, montaña y mochila.
armamos la carpa en el campamento torre para conocer las torres del paine el dia 07 del circuito o

Me acuesto porque el día alcanza con la naturalidad del tiempo real. Despierto por escuchar el giro del planeta como si fuera una alarma. La plenitud de respirar la montaña se parece al reflejo de un lago a pocos pasos. El sol nos tocó desde muy lejos.

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Tomando la experiencia completa del Circuito O, las Torres no son tan impactantes. Quizás no me lo parecieron porque siempre viví entre montañas o porque hace unos años conocí al Fitz Roy en el Chaltén, que no es igual pero tienen una onda compartida.

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La experiencia que vale: subir a las Torres a la madrugada y ver el amanecer anaranjado aparecer y explotar en las rocas. 

Indicaciones del parque

Direcciones.

Los seis días previos en el circuito, en cambio, fueron mucho más exprimibles. Alojamos el frío de las madrugadas como a un viajero cansado. Estuvimos dentro de paisajes anchos y distintos uno de otro y a cada paso el horizonte era nuevo. Vimos combinaciones innumerables de bosque glaciar sendero atardecer bosque montaña sendero glaciar bosque.

Esos días anteriores parecían lejísimos. Llegamos al complejo Torre Central casi de noche. Parecía el campamento de un viaje de egresados. La efusividad emanaba de las poses, gritos llamando la atención, música poco autóctona disparada de algún parlante con batería.

– Te levantas, pegás una duchita y salís a las torres – decía un flaco con sonrisa de anteojos de sol mientras mostraba la pantalla de su cámara. A 100 metros de donde estaba parado, llegaba un micro lleno de turistas. Desde ahí se veía la entrada del Lodge Refugio Torre Central. Algo así como una hostería para hacer negocios en el Parque Nacional. Un lujo estelar que es más un artificio de la comodidad que un estado de naturaleza. Lo salvaje es otra cosa, es todo menos el alardeo de lo que pueda hacer o no en un valle con tecnología de montaña. Esa actitud nos la cruzamos más de 5 veces esa noche. La naturaleza como cocktail en la dimensión de un ambiente burbuja.

A la mañana siguiente el ambiente nocturno se había disipado. Era el primer día de muchos y el único día para otros pocos. Para nosotras era el séptimo. Preparamos el mate, cortamos pan e hicimos huevos que conseguimos ni bien llegar al complejo. Tocaba subir más: llegaríamos al mirador de las Torres y dormiríamos en la base, en un campamento del CONAF.

En comparación a los tramos del circuito, el camino al mirador de las torres es corto.

La subida sería lo exigente. Todas las fotos que hayamos visto de Torres del Paine en cualquier revista, blog o red social fueron sacadas ahí. Supongo que por eso algunos eligen visitarlas un solo día. El hecho de que puedas llegar a ellas en una tarde es lo que vuelve al Parque Nacional Torres del Paine en un destino accesible. Con buen ritmo podes subir, quedarte un rato en el mirador y después bajar tranquilamente para alcanzar los últimos micros del día y salir del parque.

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El desnivel es de 950 metros y solo de ida son unos 9,5 kilómetros. A nosotras ese día nos pareció poco. Con los días anteriores del circuito veníamos con un ritmo más exigente. Subimos con envión.

El primer tramo empieza tranquilo y tenes vista a todo el valle del que sobresale el parque. Por eso se lo llama macizo, porque es como un cúmulo de rocas en medio de una gran planicie. Es como un vecino de la cordillera andina formado hace doce millones de años de una manera que llama la atención de muchos geólogos. Yo no entiendo mucho pero hubo una acción conjunta entre levantamientos de la cordillera Paine, por un lado, y la acción erosiva de glaciaciones (avance-retroceso), por otro.

Del camping Torre Central al mirador tenes dos opciones de pernocte más: el refugio Chileno y el campamento Torre. Nosotras subimos hasta el Torre en 3 horas y media. Armamos la carpa y descansamos un poco antes de alcanzar el mirador.

Armamos la carpa en Torres del Paine

Armamos la carpa en el bosque antes de subir al Mirador Las Torres.

El Torre está escondido como en una ondonada del bosque y lo atraviesa un arroyo. Funciona perfecto como refugio de los miles de turistas que suben compitiéndole al tiempo para mirar algo que no siempre sabemos ver.

La carpa por dentro.

Olivia por dentro y desde esta perspectiva parece muchísimo más grande de lo que es.

Fue el único día en el que pudimos usar short y dejar las piernas al aire. Me da la vida andar así. Descansamos un poco para no forzar el cuerpo. Nuestro séptimo día en el parque podía hacer de cualquier lesión una mala jugada para la vuelta por el Chaltén. Respecto a cómo estaba para entonces mi rodilla, se la bancó. Lu descartó cualquier otra cosa que no fuera fatiga muscular así que la clave estaba ahí, en descansarla cada tanto.

Al mirador de las Torres subimos cerca de las cinco de la tarde y llegamos arriba en 40 minutos. Es una subida con mayúsculas. A cada paso un escalón. Saliendo del bosque lo que queda es casi saltar de roca en roca hasta llegar al pie de la laguna. Ahí se puede ver la variedad de rocas que hay (granito y sedimento) con el estampado de marcas de retroceso y avance de los glaciares. Pero lo mejor de todo es la clásica sensación de estar frente a algo enorme y trascendente que no depende de nosotros y que se mantiene ahí en una quietud inabarcable.

DCIM100GOPROGOPR1447. Subimos sin mochilas, con camperas que nos sacamos por entrar en calor con la subida. Cámara, termo, mate y yerba. Vimos a un zorro en el lugar más concurrido del parque. La comida que la gente le da a lo largo del día debe ser mucha. En un parque nacional eso tendría que cuidarse un poco más.

A nuestro alrededor casi que ya no había nadie. Nos quedamos sentadas bajo una roca enorme que nos hacía zafar del viento y nos bajamos el termo de mate. Al rato bajamos al campamento para no llegar de noche. Habíamos terminado el Circuito O.

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