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Experiencias de viaje, montaña y mochila.
salto explorers en tores del paine, dia 04 del circuito O. Vistas al paso gardner.

Ushuaia parece historia antigua. Las clavículas duelen menos si me pongo átomo antes de caminar. Las bandas de la mochila que te atan la cintura, de otra forma, me habrían dejado marcas parecidas a las que tuve cuando hice el Camino del Inca.

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Del refugio Los Perros se sale en subida. A menos de veinte minutos de haber empezado, cayeron los primeros copos de nieve de esa mañana y yo tenía frío nivel aerosilla.  Es uno de mis favoritos porque el cuerpo solamente quiere moverse y entonces vamos.

En los Andes hay huecos en el cielo. Mientras te nieva encima podes ver que de una montaña a otra hay rayos de luz, tormenta, nieve, viento y luz. Incluso en diferentes partes de una misma montaña.

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Subimos y caminamos, salimos del bosque y subimos más.  Ver la cima te vuelve sabio. Lo demás es seguir. Metimos los pies en ríos con piedras cubiertas de un hielo resbaladizo. Lu me dijo que era la primera vez que hacía esto. De una subida pasabas a un plano corto hasta alcanzar la siguiente.

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Se vuelve automático, el cuerpo lo espera. Y entonces, la cima más alta del paso y la vista doble. Miras para atrás y para adelante y tenes dos mundos. Enfrente nuestro asomó el Glaciar Grey con cielo turquesa. Detrás, el valle Los Perros, cielo gris cacerola.

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Glaciar Grey

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Valle Los Perros y el lago al que habíamos llegado el día anterior.

Un páramo a 1200 metros sobre el nivel del mar. Zafamos un poco del viento helado  cuando vimos una especie de fuerte hecho de piedras. Dejamos las mochilas por ahí y nos cambiamos las medias y las zapatillas. Habíamos subido por la nieve y el hielo con zapatillas para correr en la ciudad. Ahora les tocaba a las de montaña. Antes de pararnos y seguir caminando, comimos frutos secos como si fueran verduras recién sacadas de un wok.

Es cierto que de todo el circuito el Paso Gardner es una de las cosas más exigentes. Pero también es de esas que hacen que valga la pena todo. Siempre lo va a valer y lo voy a seguir diciendo para los que quieran hacerlo: salgan y haganlo.

La paz es salvaje o no es paz. Llega de algún lugar muy arrinconado que tenemos adentro y que se despierta cuando sentís satisfacción real. Sin intervención cultural, sin ego, al desnudo. Y eso no puede ser otra cosa que la certeza del instinto.

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Así como si entras a un lugar después salís, lo que viene después de toda subida es la bajada. La subida, si enganchas el aire y tu ritmo, la haces. Como los sherpas. Para mí lo peor siempre va a ser bajar. El impulso que nos da la gravedad puede parecer buenísimo pero no siempre es tan copado.

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Otro ejemplo de lo mal que estaban esos carteles. Era confuso a simple vista. En Torres del Paine se lee de derecha a izquierda. Osea que esa subida aparente en realidad nos muestra lo que ya habíamos bajado. Y también está el error en las distancias que marca. Siempre fueron más kilómetros.

Acá nos lo tomamos con paciencia. No había ningún apuro y a nada de meterse en el bosque tendría que aparecer el siguiente campamento. Cada vez que miraba para el costado y veía al glaciar tan cerca le sacaba una foto mental mirándolo. Es inmenso. La sensación era la de caerte adentro, como si fuera el espejo de Alicia en el país. Y los contrastes seguían. Antes del paso habíamos tenido guantes, camperas y casi todo puesto. De este lado caminamos en pantalón, remerita y camisa.

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Glaciar Grey, el sol y Lu.

Llegamos al campamento El Paso, que no podía llamarse de otra forma.  Dio el sol toda la tarde. Armamos la carpa en el bosque, calentamos sopa y fuimos a tomarla frente al glaciar. Cerré los ojos y el sol en la cara casi me deja durmiendo ahí.

Fue el camping más agreste en el que estuvimos y también en el que menos personas hubo. Había un par de guardaparques a los que les convidamos yerba y más tarde llegó una chica que ya habíamos visto los días previos. Tomamos mate mientras nuestras medias se secaban con el último sol de la tarde. Para la noche llegó un grupo de chicos, solo los vimos porque fuimos al techado a hacer la cena.

La cámara se me había apagado esa tarde. No pude volver a cargarla hasta el anteúltimo día, antes de subir a Las Torres. Las de las entradas que sigan las sacamos con celulares de baterías heladas y sin señal.

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