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Experiencias de viaje, montaña y mochila.
Floren con vistas a dos lagos en Torres del Paine

Existen muchas formas de estar en Torres del Paine.

El macizo, que parece una montaña rusa emergida de la planicie patagónica, no deja de ser un lugar turístico. Aunque vayamos argentinos (pocos) y chilenos y latinoamericanos en general, el enfoque de los servicios y “ofertas” de estadía es más bien europeo. En los cuadernos de control que llenamos al llegar a cada camping vimos la firma de muchos alemanes, suecos, italianos, suizos, franceses, etc, etc, etc. Esto qué significa? Que el lugar tiene un precio adaptado a este tipo de turismo, igual que Ushuaia.  

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Amanecer en Camping Serón después de los pronósticos contra todo tránsito humano posible.

Si vas a Torres del Paine tenés que saber que el nivel de comodidad que exijas va a ser directamente proporcional a lo que vas a gastar.

Y hablo de comodidad, no de preferencias. Nosotras hicimos lo más económico y lo elegimos, más allá del precio conveniente, porque así preferimos estar: armamos y desarmamos nuestra carpa, cargamos nuestra comida, llevamos con nosotras la basura cuando no podía dejarse en los campamentos (eso pasa en los más agrestes, propios del circuito O).

La gran ventaja de llevar tu propia comida: a medida que pasan los días, disminuye el peso de la mochila con el que habías empezado a caminar. Oh sí.

Para que sepan y puedan elegir lo que mejor se ajuste a lo que buscan ustedes: se puede dormir en cabañas, en domo, en refugios y en carpa propia o alquilada. Esas son las opciones para pasar la noche durante cualquier itinerario. Algunos, para no cargar la comida o no tener que cocinar, contratan los servicios de cena, desayuno y lunch box en los campamentos privados que dependen de Vértice o de Fantástico sur. Pero es caro incluso para los europeos.

Caminar sabiendo que estás perdiendo en un sentido diferente al que le damos normalmente es una sensación hermosa y un lujo que no te va a dar ningún spa cinco estrellas con vista a las torres.

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Distancia entre Serón (día I) y Dickson (día II): 19km – nos tomó seis horas, más o menos.

Hay campings gratuitos y esos son los que dependen de CONAF. En cualquier caso, tenes que ir con reserva. Sé de gente que se quedó afuera del parque nacional por no tenerlas (amigos que intentaron ir antes que yo o gente que pegaba la vuelta en los primeros caminos, sin poder seguir).

Y después de la info un poco técnica paso a contar el segundo día de caminata del Circuito O en Torres del Paine.

Hay sol, viejo

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En vez de lluvia, lo que nos despertó fue el sol que viene después de una helada. Abrir la carpa fue ver cumbres nevadas en HD. Salí de la carpa filmando.

Y las ratas nos comen, vieja

Nos llevó dos horas desarmar todo, calentar agua, desayunar, rearmar mochilas y salir. En ese rearme vi que entre mi ropa había pasas de uva sueltas. Miré la bolsa de comida y no la encontré accidentalmente rota. Estaba mordida. Se había metido un ratón en mi mochila. Comió frutos secos y rompió todo el paquete de una Tita hasta alcanzar el chocolate. El acceso directo: desde un hueco que mi mochila tiene en la espalda para pasar una manguera y tomar agua. Nunca lo había usado. Comodidad ocurrente en un ambiente urbano que pierde sentido en la naturaleza. En los Andes patagónicos hay agua cada dos o tres pasos.

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Lago Paine. El segundo día en Torres del Paine fue de sol.

Tomamos el camino a Dickson. Cada vez más lejos de esa entrada al parque que amenazaba con la cancelación de reservas. Hace un día habíamos saludado a los chicos del hostel diciendo que por ahí volvíamos a verlos esa misma tarde. La percepción del tiempo y del espacio ya empezaba a distorsionarse o, al contrario, su control se había vuelto menos relevante.

Cruzamos un campo estilo pastizal contenido por montañas, quizás un cementerio de hielos. Un río color glaciar corría a nuestro lado. Y entonces llegó la primera subida del día. Nos tomé el tiempo. Quince minutos subiendo con sol ametrallando nuestras cabezas. Una vez arriba, el viento nos hizo avanzar con apuro lento. Bordeamos la ladera de las montañas y almorzamos atún viendo el lago Paine, los cerros Escudo, Cabeza de Indio y Cubo.

Olor a viento en las manos. Estos días fueron suspensión.

Calentamos agua adentro de un domo gigante. Era el único lugar en el que se podía cocinar o hacer fuego. El resto del camping era para las carpas y para los mosquitos. Si había ducha o no, ni preguntamos. De este lugar nos gustó mucho el contexto. Imaginemos que nos dejaban quedarnos una noche más en alguno de los campamentos. De quedarnos en este habría pasado ese otro día ranchando, leyendo un libro, tomando mates-abrigo o (des)concentrándonos cada tanto en un paisaje que no está proyectado sino que es real y del que somos parte.

oh, Dickson

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Final del día. Entre el lago Paine y el lago Dickson

A veces me gustaría poder guardar todo lo que no me entra en los ojos en una pastilla de esas que metemos en un vaso de agua, dejamos sumergidas y después de unos minutos vemos transformadas en dinosaurios, gusanos u otros bichos raros tamaño mano adulta. Quiero una química que del agua haga salir un bosque móvil para mi carpa.

 

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